Calendario de adviento: Día 1

Ya ha comenzado diciembre y con él, empezamos el nuevo calendario de adviento de La Casa del Búho y su primera sorpresa (el del año pasado lo podéis ver aquí). Hoy es día de cuento de navidad, esta vez el protagonista es un abeto y sus sueños.
Nos hemos tomado la libertad de cambiarle un poco el final, para que sea algo más positivo pero sin perder la esencia.
Índice
«El abeto»
En un bosque frondoso, crecía un joven abeto lleno de impaciencia y ambición. Aunque el bosque era hermoso y estaba rodeado de sol, aves y aire fresco, el abeto no estaba contento. Soñaba con ser algo más, con crecer rápido y convertirse en un gran abeto. Envidiaba a los árboles más altos que eran talados y llevados al pueblo para convertirse en mástiles de barcos o, aún mejor, en árboles de Navidad que los vecinos decoraban con velas, guirnaldas y regalos.
El abeto no pensaba en el presente y siempre esperaba el futuro. Cuando las golondrinas y las cigüeñas regresaban del extranjero, les preguntaba sobre lo que sucedía más allá del bosque, queriendo descubrir aquellas aventuras que no conocía.
Un día, el abeto consiguió su sueño. Fue arrancado y llevado al pueblo en invierno. Allí, una familia lo eligió como su árbol de Navidad. Lo colocaron en el salón y lo adornaron con luces, espumillón, adornos y una brillante estrella en la punta. Los niños bailaban a su alrededor emocionados. El abeto estaba feliz, sintiéndose importante y admirado. Pero esta alegría fue breve.
Después de las fiestas, le quitaron al abeto las decoraciones y lo llevaron a un rincón oscuro del ático. Pasaban los días y él se sentía olvidado. Recordaba con nostalgia los días en el bosque, donde le visitaba el viento, los rayos del sol, los pájaros y los ciervos. Y ahora se estaba secando en aquel rincón.
Pasaron los meses, y cuando finalmente lo sacaron, no fue para devolverlo al bosque, sino para abandonarlo al lado del contenedor de basura. Allí en la calle nadie parecía prestarle atención. El abeto estaba triste.
Pero entonces, un barrendero que pasaba con su carro lo vio. Se detuvo frente al árbol y lo observó con curiosidad.
—Todavía tienes belleza, ¿sabes? —dijo, como si hablara con un viejo amigo.
Con cuidado, el barrendero levantó el abeto y lo colocó en su carrito. Lo llevó a un rincón tranquilo de la plaza donde trabajaba. Allí, lo plantó en un pequeño trozo de tierra junto a un banco de madera. Usó un poco de cuerda para sujetarlo y enderezarlo. Al día siguiente pasó a regarlo. Poco a poco, los vecinos comenzaron a darse cuenta de que había un abeto nuevo en la plaza.
—Es un árbol muy peculiar, pero tiene algo especial —dijo una abuela al pasar.
El abeto, aunque nunca volvió al bosque ni a una gran sala decorada, empezó a sentirse vivo de nuevo. Cada día veía pasar gente, escuchaba risas y conversaciones. Con el tiempo, sus raíces crecieron y volvió a ponerse verde. A veces lo que parece olvidado puede encontrar un nuevo lugar en el mundo.

¿Cuál es el origen de este cuento de «El abeto»?
El cuento «El Abeto» fue escrito por Hans Christian Andersen, el reconocido autor danés de cuentos de hadas, y publicado por primera vez en 1844. Andersen es famoso por sus historias cargadas de simbolismo y enseñanzas, escribió este cuento como una reflexión sobre la vida, el tiempo y la tendencia humana de desear lo que no se tiene.
La historia pertenece a la tradición romántica del siglo XIX, en la que los cuentos de hadas a menudo contenían lecciones filosóficas o críticas sociales. Andersen usó el abeto como una metáfora de las personas que no valoran el presente porque están demasiado ocupadas pensando en el futuro o lamentando el pasado.
¿Qué podemos aprender de la historia de «El abeto»?
«El Abeto» nos enseña la importancia de vivir el presente, porque en su deseo de alcanzar algo más grande, olvida disfrutar de la belleza del bosque, del sol y la compañía de los animales.
La historia también refleja lo rápido que pasan los momentos de éxito, el momento de mayor felicidad del abeto, es cuando lo decoran como árbol de Navidad, pero es breve, durando sólo una días, nos muestra que las ambiciones materiales o superficiales no suelen traer una alegría duradera.
Además, el cuento nos anima a aceptar los cambios con serenidad y con paciencia.
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